viernes, 21 de mayo de 2010

MUNCH Y STRINDBERG

1896. Lithografía. 60 x 46 cm. Munch Museum, Oslo, Norway.




August Strindberg. 1892. 120 x 90 cm. Museo de arte Moderno, Stockholm, Sweden.









A Strindberg no le gustó la pintura que de él hizo Munch. Pensó que Edvard había
cargado las tintas al plasmarlo en esa odiosa actitud de artista egocéntrico; y por tal motivo repudió el cuadro de inmediato, porque según él esta imagen pretenciosa no se correspondía con la verdadera naturaleza de su noble espíritu. Sin que le importaran las consecuencias, August decía siempre lo que pensaba, de modo que no sólo criticó la obra sino que terminó insultando al pintor (también le irritó que éste omitiera la letra d en su apellido cuando intituló el cuadro, expuesto hoy en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo). La polémica en torno de la calidad estética del retrato finalizó en un amargo distanciamiento, uno de los tantas peleas que sostendrían estas dos almas gemelas, quienes para bien y para mal compartían numerosas cosas en común: la hipocondría, la irascibilidad, la misoginia, la inseguridad personal, la rebeldía innata y un talento de estirpe divina.
Durante estos trepidantes años vividos en Alemania, al iniciarse la última década del XIX, August y Edvard compartieron sus filias y sus fobias, y, lo más importante, se disputaron el amor de una mujer adorable: Dagny Juel (“Ducha”), quien estaba casada con Stanilaw Przybyszewski (“Stanczu”), un extravagante poeta polaco que era el espécimen más conspicuo de la bohemia berlinesa. Ciertamente a Strindberg, como al propio Munch, le encantaba ser víctima y victimario del tortuoso juego de inmiscuirse en triángulos amorosos.
Era algo que los dos artistas no podían controlar: amaban y odiaban a las mujeres; les tenían miedo y las deseaban; eran incapaces de satisfacerlas sexualmente y al mismo tiempo sólo ellas, las más liberadas, les provocaban una excitación sexual apremiante. Ambos engañaron y fueron engañados. August se casó en tres ocasiones y tuvo infinidad de amantes. ¡Una larga suma de fracasos estrepitosos! Su primera mujer, Siri von Wrangel, dejó a su aristocrático marido para casarse con el joven y prometedor dramaturgo: una pasión amorosa que se extinguió con rapidez y se transmutó en un frenético aborrecimiento. El segundo matrimonio resultó más lacerante aún: la bella periodista austriaca, Frida Uhl, quien pronto se hartó de los ataques de su marido, decidió abandonarlo para seguir el rastro de Willy Gretor, un marchante de arte, conocido por seducir y en seguida deshacerse de cuanta
dama se le atravesara en el camino. Y el tercero y último enlace nupcial, esta vez con la jovencísima actriz sueca Harriet Bosse, no fue la excepción: el avejentado y enfermizo August –convertido para entonces en gloria universal de las letras- padeció durante sus últimos años la tortura de saber que su insaciable esposa no era capaz de resistirse a cualquier actor mediocre que quisiera cortejarla. (Para colmo de males, la errática Academia sueca cometió la torpeza de no otorgarle el premio Nóbel.) Y de estas llagas purulentas a lo largo de su vida, Strindberg extrajo obras literarias excepcionales. Munch, por su parte, también se auto flageló en cada una de las relaciones amorosas que sostuvo con hermosas mujeres, pero igualmente supo curar sus heridas a través de lienzos que se fueron sumando y nutriendo unos con otros hasta conformar ese amargo y al mismo tiempo veraz retrato pictórico de las pasiones humanas: el Friso de la vida.


Munch y Strindberg, esos dos amigos y rivales, ambos inseguros y soberbios, misóginos e hipersexuales, talentosos y egotistas, hipocondríacos y atormentados, quienes no dudaron en vender una y mil veces su alma al Diablo a fin de
alcanzar los confines de la más alta creación artística. ¡Un compromiso fáustico pactado con sangre y hasta la muerte! August, desde la ruptura con su segunda esposa, padecía crecientes paranoias y unos celos cada vez más patológicos. Pasaba noches enteras sentado a la mesa, con la foto de sus hijos enfrente y un revólver al lado, coqueteando con la idea del suicidio o bien fantaseando con peligrosos experimentos alquímicos que, debido a su torpeza, le produjeron sucesivos accidentes de consideración. (El demencial diario novelado de estos días aciagos en París se publicó en 1898, y porta el más certero de los títulos posibles: Infierno.)Pero, ¿derivado de qué manes se produjo el catártico reencuentro
entre estas dos personalidades iracundas? A los espíritus tutelares de la Revista Blanca, Thadée Natanson y Felix Féneon, se les ocurrió que fuera precisamente el dramaturgo sueco quien reseñara la exposición que Edvard presentaba en el Salón de L´Art Noveau. August no pudo rehuir tan importante ofrecimiento: en aquel faro periodístico –la revista francesa más importante de la época- publicaban algunas de las mejores plumas del orbe: Renard, Mirabeau, Mallarmé, Dujardin, Ibsen, Proust, Valery, Gide, Jarry, Apolinaire, amén de que ella era diseñada e ilustrada por artistas de la estatura de Bonnard y Toulouse. Asimismo, el escritor nórdico no quería enemistarse con Missia, la esposa de Thadée, quien causaba furor
en aquellos años: tenía fascinados a connotados artistas por su belleza y versátil capacidad como promotora artística (entre otras tareas, auspició la gira de Diaghilev por Europa).
Además de cautivar a sus amigos y ser hermosa (Renoir, Bonnard y Vuillard la inmortalizaron en sendos retratos), ella adquirió renombre como espléndida anfitriona, pues no sólo tocaba con destreza el piano, sino que su imaginativa conversación seducía al más misántropo de los invitados a su domicilio. Motivado por tales razones, Strindberg aceptó la ingrata encomienda de escribir un texto sobre su antiguo rival en aquel atribulado cuarteto sexual padecido en Berlín (Stanczu, Edvard y él mismo disputándose el amor de Ducha), un pintor al que admiraba y detestaba, con quien se identificaba demasiado en el plano espiritual y el cual, por lo mismo, permanentemente confrontaba su más hondo narcisismo. Y muy a su pesar, tal vez por la acción misteriosa de los vericuetos inconscientes de la creación artística, a la postre produjo un opúsculo deslumbrante y hasta apologético,
revelador de la portentosa fuerza plástica de Munch, que sería publicado el mes de junio en la insigne Revista Blanca. Por desgracia y no obstante su tono encomiástico, el texto no consiguió restañar las viejas heridas que ambos artistas se habían infringido.



www.revistadelauniversidad.unam.mx/3707/pdfs/24-29.pdf

jueves, 20 de mayo de 2010

O Pelicano, de August Strindberg

El pelícano, montaje teatral brasilero








Johan August Strindberg (Estocolmo, 22 de enero de 1849 – ibídem, 14 de mayo de 1912)

Autor teatral sueco, considerado con frecuencia como el mejor escritor que ha dado ese país escandinavo. Nació en Estocolmo el 22 de enero de 1849, hijo de un noble arruinado y su sirvienta. Después de cinco años de asistencia discontinua a la Universidad de Uppsala, pasó por distintos trabajos en Estocolmo, tales como maestro, actor, periodista y bibliotecario. Por lo general, los críticos dividen su producción literaria en dos categorías, la naturalista y la expresionista, que coinciden con las dos grandes etapas de su vida, separadas por un periodo totalmente improductivo (1894-1896) durante el cual, el autor vivió en París, sufrió una enfermedad mental y asistió al final de dos de sus tres desdichados matrimonios. Su carrera literaria comienza a los veinte años de edad y su extensa y polifacética producción ha sido recogida en más de setenta volúmenes que incluyen todos los géneros literarios. También se interesó por la fotografía y la pintura y en una etapa de su vida le obsesionó la alquimia. De personalidad esquizofrénica, durante la mayor parte de su vida se sintió acosado y perseguido. Esta peculiaridad dotó a su obra de una especial fuerza y dramatismo. Sintiéndose atacado y perseguido por el movimiento feminista, su feminismo de juventud pronto se transformó en misoginia. Strindberg estuvo casado con tres mujeres (Siri von Essen, Frieda Uhl y Harriet Bosse, en orden cronológico) y tuvo hijos con todas ellas — fueron tres experiencias matrimoniales desastrosas. Protagonizó fuertes polémicas éticas y políticas. A su muerte fue reconocido como un ídolo nacional, asistiendo a su entierro más de 50.000 personas.

domingo, 16 de mayo de 2010

algo

No me quiero hacer una patética defensa la crítica es una enfermedad no entiendes lo sé tampoco hacia donde voy sin puntos ni comas quizás en este momento esté en eso tan común en mí y por qué me doy cuenta cuando ya es error?. Se le paso la mano a mi la vieja parafraseandote parra estamos todos vendidos yo también quizás sólo me falta saber a quien me vendieron.
La ventaja de la desventaja, a puertas de la batalla campal temores hipocondríacos en esta autodestrucción pasiva no se puede hacer rodar lo que está clavado en la tierra, con el dolor de mi alma me dijiste yo no te pudepedirperdón de nuevo.
La técnica nos permite el cómo, pero no los por qué... re-configurando ando, los primeros los últimos los nunca homogeneización de hábitos, costumbres, cultura, no hay mayor locura que la actual organización de la vida a 45 del último o a 43?, detente un momento para poder leer un poco más, los temores de siempre pero ahora con fé, incomunicada con querer inconsciente buena o mala suerte? perdiendo pero ganando más, en etapas que no tienen dirección prefijada mediatizar la información no me gusta en serio en serio, me burlo de las máscaras las victimas y los victimarios disfrazados, no lo puedo evitar a una policromada me gustaría hablarle pero en un tiempo más.
Ingrávida, con un dominio sobredimensionado ja. mis matices varían en el degrade siempre hablamos sobre los nunca tan malos nunca tan buenos. cataratas en el c con esta ele en dos domesticada una música pitiaitaaa un abrazo apretao imperecedero inextinguible, interminable, inmortal como mi amada. Quiero dejar piedra sin piedra no permitirme la sorpresa nunca nunca más, ningún error tan excesivo acultural las palabras de las cosas si se pierden no importan ya se fue los dolores se perdio se retiran en su muerte puedo ver constantemente ir y venir no te mueras tanto que de nada no hay problema que tu sabes el sistema de morir tu quieres destruir que se sabe de la muerte que se busca en un arte de vivir yo de números que se los admiro en su itsmo consu vida y ritmo, como el nunca mucho gracias.

"Crows" en Los sueños de Akira Kurosawa

El grito / Skrik



Skrik es el título de una serie de grabados y pinturas expresionistas creadas por Edvard Munch. La pintura representa a una figura andrógina en primer plano, que simboliza a un hombre moderno en un momento de profunda angustia y desesperación existencial. angustiada contra un cielo rojo sangre. El paisaje en el fondo es Oslo, visto desde la colina de Ekeberg , en Oslo (entonces Kristiania), Noruega .

En una página en su diario dirigido 22.01.1892 Niza, Munch describió su inspiración para la imagen así:

" Estaba caminando por un sendero con dos amigos - el sol se ponía - de pronto el cielo se volvió rojo sangre - Hice una pausa, sintiéndome exhausto, y se apoyó en la cerca - no había sangre y lenguas de fuego sobre el fiordo negro azulado y la ciudad - mis amigos caminando, y yo me quedé allí, temblando de ansiedad - y sentí un grito infinito atravesaba la naturaleza"

hola

viven de una distorsión entonces piensan porque depende del autor distintos momentos valores de decadencia la vida tenia el predominio tentados y seducidos debemos negar nuestra voluntad dominio dentro de la perspectiva seguimos en el pensamiento mágico la acción es eterna las cosas son concretas gigantes sobre dimensionados sentirse miembro de un colectivo de pertenencia es una paradoja de la maquinización funcionan en términos absolutos de la realidad. Que se opone de la prehistoria porque están aquí pero quisiera, estar en otro lugar no tiene razones no esta con nadie ni siquiera con el, esperando su render se prende? de trasnochar no despertar buen tiempo para meditar
sentado en red después flotar